domingo, 1 de diciembre de 2013

Shut the fuck up.


Lo cierto es que en la penumbra de los recuerdos jamás he visto aparecer el cartel de salida de emergencia. Ninguna vía de escape.
Cuando todo está en silencio y voces al azar me taladran los oídos. Voces estrepitosas y llenas de un vacío casi parcial. De ausencia de mí en mi propia cabeza. Sintiendo que soy una mera espectadora de mi propia vida, expuesta a ver desde fuera la interminable cadena de acontecimientos adormecidos.
Llenando el espacio y el tiempo con cualquier actividad que al cabo del tiempo constituirá tan sólo otro vacío. Esperando que pase algo que me haga recordar que mi vida está esperando justo dónde la dejé, con la esperanza de recordar en qué momento decidí dejarla a un lado.




miércoles, 6 de noviembre de 2013

Entonaste dulces gritos.



Únicamente con ella sentí mi cabeza caer y descansar al borde de un abismo interminable. Con el miedo y el valor necesarios para levantarme cada mañana y omitir mi mera imagen en el reflejo del cristal empañado del baño. Viviendo como si no pasara absolutamente nada. Como si nada en mi se hubiera roto y no hubiera daños sin reparar por todas partes.

Creciendo de espaldas a la insultante realidad que aplastaba mi espíritu, recuerdo haberme perdido más de una vez en la tristeza de su mirada al hablarme sin voz ni palabras. Ausente del mundo urbano y del sonido de oficina que todos hacían al caminar con prisa por algo. Con los ojos cerrados y el pecho abierto y roto en pedazos, expuesta hasta las trancas al dolor que quisiera causarme.


Completamente perdida en el invierno eterno de la vida, mirando por encima del hombro a la frialdad de la gente. Miradas descolocadas y manos entrelazadas. Arte por amor a la nada, al vacío existencial y a la angustia vital de desconocer todo y no poder comprender nada.




"Y tú, con tu voz. Esa voz y tu pálida piel." 
Nacho Vegas - Me he perdido

miércoles, 23 de octubre de 2013

Vivimos esperando que la vida nos espere


En el preciso momento en que te encuentras a ti misma en vela buscando bajo sus párpados la interminable luz de sus ojos, puedes decir que estás enamorada de ella.






















"Crucé mil miradas con Dios, y si creo en lo que creo no es por mí, es por nosotros dos"

lunes, 14 de octubre de 2013

Brain damage

La habitación estaba oscura, y mi cuerpo inerte tendido encima de las sábanas. En el pecho un desesperado enfrentamiento: La sensación de no poder avanzar por más que estuviera cansada de luchar contra mi propia sombra y el presentimiento de que mi futuro nunca será algo que realmente haya querido tener.

Me levanté de la cama, encendí un cigarro y fumé asomada a la ventana. Las luces anaranjadas de la calle alumbraban mi rostro destrozado por el único rostro que querría mirar. La lluvia calaba mis huesos con su frío descarado y sus tormentos interminables de alivio inalcanzable que hacían que me quedara sin sangre y paralizada ante el miedo. La habitación me mordía las entrañas con sus “quédate” y “no te vayas”. Con sus “tu lugar está aquí”. Aquí. En este lugar donde nada me pertenece, donde las sombras y tinieblas acechan antes de que pueda meterme en la cama, donde sólo se respira el humo denso y asfixiante de ausencias parciales que debería olvidar.

La noche cerrada y lluviosa de invierno me rompía por dentro. Las fotos de las paredes. Los recuerdos de “he llegado” y los de “no voy a volver”. Los gritos callados en la habitación de al lado y el insoportable silencio de mis ojos rompiendo a llorar.

Mientras dejaba que el humo escapara por la ventana, partes de mi vida se escurrían despacio entre mis dedos. Las gotas espesas y rosadas, que recorrían mi piel hasta llegar a mis manos, congelaban cada uno de los lugares por los que lograban pasar. Y mientras tanto notaba mi alma y mi cuerpo quebrarse en un gemido infinito. Veía ante mis ojos la sucesión imparable de días encadenados, sombríos, de horas de risa y silencio, de amor y vacío. Los resultados de toda una vida de angustia y placer.

Su voz retumbaba en mi cabeza mientras la sangre abandonaba mi cuerpo. Su voz cálida y frágil susurrándome un “te quiero", calmando el descompasado ritmo de mi corazón extasiado, ahogándome entre las lágrimas que notaba caer a través de mi garganta. Y sus brazos abrazándome, como si estuviera a mi lado viéndome caer y quisiera venir a recomponerme y salvarme.

En cuanto mi mente alcanzó el más puro estado de inconsciencia vi su cuerpo tendido sobre el mío desnudo, y sus labios besándome con fuerza. Vi sus interminables pestañas chocando y rompiendo cuidadosamente en las mías. Y la rabia de mi cuerpo y alma se sumían al fin en un infinito remolino de ausencia, lejos de cualquier lugar en que alguien pudiera volver a encontrarme.
























"And there's someone in my head, but it´s not me.
And if the cloud bursts thunder in your ear, you shout and no one seems to hear."
Pink Floyd


martes, 27 de agosto de 2013

Not thinkin', just sinkin' in this box.

Escondida tras las sombras puedo sentir aún el dolor punzante de su ausencia parcial. El frío de los días cálidos del mes de Agosto quema la superficie de mi piel hasta adentrarse en mi cuerpo, dejando llagas en cada uno de los tejidos que conforman mi interior.
Su luz, la que daba color a mi vida, es ahora de un pálido terrible que me apaga por dentro cada vez que la miro reír sin ganas. Y aunque me lo niegue mil veces a mí misma, ya no ríe conmigo. Lo sé.
Ahora, con las luces apagadas y algún punto de mi alma encendido, imagino su rostro besando el mío. Imagino que aún me habla como entonces, y que roza mi piel con las mismas ganas que antaño, imagino que se sienta a mi lado y fija su mirada en la mía durante horas, sin medida de tiempo ni espacio.
Mis dedos recorren ahora la cama vacía, y recuerdo su pelo cubriendo la almohada, y su cuerpo descubierto sobre las sábanas. Las palabras suaves y confortables, y el olor que hacíamos juntas.



"I' blame myself for being too much like somebody else" - 4 Am (Our Lady Peace)

domingo, 25 de agosto de 2013

Mi enemigo no eres tú, pero no me excluyo a mí.

Pero la cena estaba fría, casi tanto como lo había estado yo durante aquellos interminables meses. La miraba desde el otro lado de la mesa, con los ojos llorosos y un gesto cansado más que evidente en el rostro. Ella mantenía la vista fija en el plato y se mordía el labio inferior mientras trataba de encontrar las palabras adecuadas.
Me hubiera gustado decirle que ninguna frase perfectamente ordenada aliviaría el dolor de la ausencia que me había dejado en el pecho, pero sabía que de todos modos seguiría rebuscando en su mente los términos más adecuados para expresarse, así que me deshice de la idea de realizar un esfuerzo tan inútil.
Mientras esperaba ansiosa sus palabras recordaba el tacto áspero de la madrugada en su piel cuando ella aún se encontraba tirada sobre la cama, soñando con algo que la realidad jamás podría superar. Yo solía pasar horas mirándola allí tendida, pensando en que tal vez algún día podría darle todo lo que ella quisiera tener sin desvivirme por tener que encontrarlo. Meses más tarde, sumida en la más absoluta soledad, supe que ese momento jamás llegaría.

Levantó la vista del plato y se aclaró la garganta. Soltó sus palabras a una velocidad insólita, como quien debe aprender un discurso que ni siquiera ha analizado sólo para tranquilizar a sus oyentes con unas cuantas frases hechas que al fin y al cabo no servirán de nada. Y ambas sabíamos que de nada servirían esta vez.
La escuchaba como un eco distante de televisión a media voz en la cocina. La estancia se había vuelto febril y apagada, de un gris teñido de tristeza insoportable. Los ojos rojos por el fuego del insomnio de los meses apagados, los labios que ya no sentía que pudieran pronunciar atisbo de palabra para ella y las manos que ya no querían sentir ni tocar nada porque nunca habría nada que pudiera compararse con su cuerpo.
Terminó su discurso con un vago gesto de desesperación que partía su voz en un susurro desgarrado, y sintiendo el nudo de su garganta rompiéndola por dentro, anudé mi voz a mis entrañas y le sonreí habiendo perdido ya toda esperanza.

La vi alzarse ante mi como la tormenta más tremenda que en mi vida haya podido contemplar, y en ese momento supe que preferiría perderme a perderla a ella.



























"Arte es la manera que tuvimos de hablar"

sábado, 25 de mayo de 2013

What the fuck's inside of me

La luz pálida de la mañana cubría nuestros rostros, apartando las sombras de la oscura habitación. El edredón continuaba apartado, dejando su cuerpo parcialmente al descubierto. Repasé con cada uno de mis dedos las curvas de su cuerpo, tratando de memorizar cada surco, cada curva, cada minúscula marca.
Me mantuve así durante horas, con la vista fija en su pelo, en la forma en que éste caía por su espalda, empapando la almohada con su olor. Supe entonces que la noche que me faltara no volvería a dormir.
Me incorporé suavemente sobre la cama, plegando mi cuerpo unos instantes sobre sí mismo.
Me levanté hasta la ventana, abriendo la persiana, dejando entrar a cada uno de los rayos de sol a través del delicado cristal, iluminando su rostro y su cuerpo tendidos aún sobre la cama.
Encendí el primer cigarro de la mañana pensando en ella, asomándome a la ventana de la habitación de la buhardilla, con la vista perdida en alguna parte del inmenso tejado. La sensación agridulce nunca había sido tan intensa como en aquel momento lo era. Su cuerpo me recordaba cada una de las cosas con las que me hubiera gustado poder luchar, cada una de las cosas que algún día querría olvidar.
Mientras la observaba dormir, ajena a todo ruido mundano y molesto, hundida en la almohada, como en un mundo paralelo que a mi jamás me estaría permitido conocer; pensaba en cómo poder plasmar aquel momento, de cualquiera de las formas. Para nunca olvidarlo, para nunca olvidarla.






domingo, 12 de mayo de 2013

sábado, 4 de mayo de 2013

Wake up


La noche estaba fría y el aire quemaba mis huesos hasta el punto de sentirlos aferrados a mi piel con dientes alargados y punzantes. El mirador estaba vacío, como lo estaba también el resto de mi cuerpo en aquel momento, abatido y carente de cualquier contenido.

Asomada allí, al borde de un interminable muro que me abría hacia un paisaje estremecedor y oscuro, veía su rostro en cualquier parte. Los edificios alineados con su estricta monotonía acaparaban la atención de mis dos ojos borrosos, y la luz de las farolas cegaba parcialmente la espera.
Sus ojos asomaban tímidos por encima de las nubes rojizas del atardecer, mientras mi mente volaba alto y sin un destino concreto, mirándome a los ojos y quemándome la piel. Durante unos segundos volví a sentirme como entonces.

Sentí mi rostro desgastado y mi ser desvanecerse dentro de mi propio cuerpo hasta desesperar. Y como entonces, me faltaba ella. Su sonrisa mordiendo fuerte la superficie de mi piel y mis manos temblando. Me faltaban los meses apagados y la triste sensación que recorría mi cuerpo cuando sentía su ausencia.

De vuelta a casa me di golpes con todo, caminando con la misma torpeza que entonces. Y realizaba cada paso como si de nuevo ningún lugar mereciera la atención de mi mirada, con la vista en el punto más alto del firmamento, chocando con la realidad de sus nubes grises.



"Slow suicide's nowhere to go"

lunes, 8 de abril de 2013

I don't need you


Hipnotizada por el perfil infinito de su sombra, me vi caer en el vacío interminable de mi propia ausencia.

Mentía al decir que temía perderme, porque jamás sentí cosa peor que el dolor de encontrarme.

Bajo las sábanas destempladas sonreías como un último adiós con próxima vuelta, con una firme promesa en tu rostro y los ojos desgastados y ausentes.

Tanto tiempo sin decirte nada ha enmudecido mi existencia hasta el punto de confundir los ruidos con nuestras desgastadas palabras.

Sin cartel rajado, no hubiera habido foto.





domingo, 17 de marzo de 2013

Slow decay


Las horas fluían en calma, sobre la cama, mientras la observaba dormir con la vista nublada. Su rostro distraído por el sueño parecía ahora tranquilo y despejado, a pesar de la comisura dulcemente contraída de sus labios.
La habitación condensada por el humo, que llenaba mis pulmones de una melancolía inexplicable, apretaba en mi pecho. La miraba a los ojos, aunque los suyos estuviesen ya cerrados, y me sentía caer.
Deseaba levantarme, fumar en la ventana, sintiendo el frío con cada calada y llenando mis pulmones con el aire puro congelado y el sabor amargo del tabaco. Apoyarme en el alfeizar y mirar al infinito, con la vista en ninguna parte y mi mente acostada junto a la suya. Quería despertarla en un abrazo, o que me abrazara por la espalda como si no pasara nada y sellara el pacto con sus labios sobre mi cuello.
Me volví sobre la cama, dejando mi vista clavada en el techo y mi mente divagando entre susurros y bostezos. La recordé, aún teniéndola a mi lado, aún estando entre sus brazos. Como si mi mente buscara de nuevo encontrarla sin haberla dejado marchar y mi cuerpo extrañara el suave roce de su piel al descubierto ardiendo sobre mí.
Notaba la lluvia caer sobre mi tez y el frío calarme en los huesos, me sentía en un vacío interminable, únicamente rodeada por el miedo y el temor a su ausencia. Sus caricias continuaban en mi pecho y en mi mente, con la silueta escuálida y tibia de sus manos rozando cada parte de mi cuerpo en un intento desesperado por encontrarnos.
La sentía temblar a mi lado, pero no podía tocarla ni verla. Repasaba su boca, buscando espacio en la mía y chocando dulcemente con mi lengua. Quería abrazarla, dejar mi mente en blanco y ahuyentar el frío que cubría ahora su cuerpo, pero no podía siquiera moverme o articular un atisbo de palabra cálida.
Dicen que la Parálisis del Sueño es un fenómeno común que a todos nos sucede al menos una vez en la vida, bloqueando nuestros cuerpos antes o después del sueño durante algunos minutos. Podría, sin embargo, jurar que yo me encontraba paralizada por algo superior a mis instintos básicos humanos.
Me noté desfallecer entre las sábanas, observándola. El sueño llegaba al fin, secando mis ojos y ensalzando su rostro entre un millar de pensamientos, realizando suavemente un salto hacia otro estrato. Dejándome sola, abandonada en el limbo de la vida, en el diminuto límite con la muerte, buscando un motivo lógico a la parálisis parcial de mi cuerpo, que justamente se encontraba tendido a la derecha de mi éste, con los ojos abiertos y la boca en un gesto.

" At a higher altitude with flag unfurled, we reached the dizzy heights of that dreamed of world"-Pink Floyd (High Hopes)



martes, 15 de enero de 2013

Where is my mind?


La inocencia efímera de dejar la vida pasar. El día a día abrumador, el humo en sus ojos, sus ojos rojos por el cansancio, tiritando perdida en un punto de inflexión terrible entre el frío y el miedo.
A menudo se preguntaba cómo, a menudo intentaba escapar. Escapar de ese agujero infinito y oscuro que asemeja ser la vida cuando todo por lo que luchas carece de sentido. Se paraba tranquila, respiraba despacio, sonreía, fumaba. Y la vida la pasaba rápido, la alejaba del camino, la dejaba sola. Sola una vez más.
Parece que nadie sabe nada cuando ella abre la boca, sellada por el tiempo, para hablarte de el sin-sentido de sus días, de la decadencia de su tiempo, del dolor de su pecho y del alma congelada que la quema día a día y cada noche. Entonces te sientes pequeño escuchando sus palabras, observando como los vocablos se deslizan en sus labios hasta adentrarse en tu corazón, hasta partirlo, romperlo, destrozarlo. Y tienes miedo de la soledad, de la tuya, de la suya. De estar solo aún estando siempre rodeada de gente.
Dice que los miedos del pasado siempre vuelven a hacer que te retuerzas de dolor en los momentos de alegría, dice que la vida siempre va a buscar rompernos, que no queda esperanza, que el amor se lo lleva el tiempo y que los sueños van y vienen con el viento. Dice que nunca ha podido escapar, que nunca ha sido libre y que la felicidad es un instante frágil que cualquier golpe podría derribar.
Cuando mira, mira triste. Cuando siente, hace que sientas. Cuando calla… Cuando calla no hay salida, cuando calla no hay espacio, y los días se vuelven de un gris tormentoso que nubla tu vista y tu cabeza. Cada movimiento que hace es un camino, cada amago de sonrisa una esperanza deprimida a la que querrás agarrarte para poder continuar. Y sus ojos son lo más triste que jamás alcanzarás a mirar.
El frío que recorre su cuerpo, gélido por las decepciones diarias que parecen aferrarse a su ánimo habitual, que se introducen dentro de tu cuerpo, te muerden el alma por dentro, te destruyen, te aniquilan y te crean una sensación de calidez frígida y estable que asemejas no poder asimilar.
Nada tiene sentido cuando te paras a mirarla pasar, desvaneciéndose en el tiempo con una simple calada al viento. Tratando de acercarte a ella, de tocarla y de sentirla hasta un éxtasis y conmoción infinitos que no llegarás nunca a experimentar. Viviendo de anhelos y recuerdos quebrados que de nada sirven cuando quieres ocupar el vacío que dejó su lugar en tu pecho, el lugar que ocupó en cuanto la viste pasar. El lugar que se hizo en tu corazón, en el fondo más oscuro y miserable, sin tu permiso, sin el permiso de nadie. Y no podrás vivir sin su silencio, sin los vuestros, sin las miradas rotas en el autobús, sin los roces casuales en los bares, sin la sonrisa incómoda y cordial cuando da su primer trago a la cerveza. No podrás, no querrás. Y cualquier movimiento o escena, cualquier brote perfecto de caridad y calor se romperá en ti sin culminar, te partirá en mil pedazos y te verás a ti misma, frente a un espejo, triste y rota en el centro de una ciudad repleta de miradas que te matan y desprecian. Volverás a recordar que no existe la vuelta atrás, que el mundo no te va a esperar y que los recuerdos nunca jamás son para siempre, porque se pierden. Nos perdemos.

"With your feet on the air and your head on the ground,
try this trick and spin it, yeah.
Your head will collapse if there's nothing in it... And you'll ask yourself: where is my mind?" - The Pixies (Where's my mind).





jueves, 10 de enero de 2013

Cocaine cowboys never die.


El humo envolvía la habitación. Una vez más estábamos todos allí sentados, cada uno con la mirada perdida en un punto diferente de la habitación. Fuera, el calor abrasador ardía en el asfalto, pero allí dentro el frío interior nos calaba uno por uno hasta los huesos.
A día de hoy aún recuerdo con claridad aquellos días, incluso los que menos me apetece recordar. Pero también los recuerdo a ellos, a cada uno de ellos. Me acuerdo de sus rostros, pero sobre todo de la expresión lúgubre y perdida de sus ojos, de la necesidad de sus gestos y, por supuesto, del mono.
Cada uno hablaba de lo suyo, aunque todos hacíamos como si no pasara nada nunca, como si siempre estuviera todo bien. He de admitir que con el tiempo he sabido reconocer que nada de lo que decían me importaba, y como yo, todos. Cada uno vivía en una pequeña película individual en la que nunca había buenos y cada día era aún más triste e insignificante que el anterior. Y así continuamente.
Hablar y fumar, fumar y hablar… No recuerdo exactamente el orden. En ocasiones ni siquiera hablábamos de nada, era como estar sentada entre un grupo de memorias olvidadas. Cada cual más frío, más ausente, más distante. Pero había alguien. Entre todo ese sinsentido diario había alguien.
Apenas hablaba así que no era por el tono suave de su voz, ni por su forma de pensar y de exponer sus pensamientos. Tampoco era su rostro, como ido, una especie de paseo entre lo real y lo absoluta y ciegamente utópico. Ni sus manos. Lo único que quería era su mirada, su dolor a través de esas pupilas desgastadas pero jóvenes, atrofiadas por el tiempo y la necesidad de algo que en absoluto la recompensaba. La necesidad de todos, la necesidad mútua.
Así que la observaba desde la otra punta de la habitación, luchando contra mis propios ojos, casi cerrados, por mantenerle la mirada. Su rostro mirando al suelo infinito, su perfil perdido en un éxtasis matutino, iluminado por la ténue luz de la lámpara que colgaba malamente del techo, amenazando con caer y romper, rompiendo con su estruendo la paz ficticia de cada uno de nosotros.
Días tristes, cortos y olvidados. Días en los que nada merece la pena y el cielo es siempre gris nublado de angustia. Años interminables de disgustos y discusiones internas que jamás verán la luz por guardar costumbre a mostrarse a oscuras. Un nuevo año, y con él viejos recuerdos. Un nuevo año y el peso de los que ya han pasado. Un año más, un año menos. En el fondo ni siquiera importa.

"High in the saddle every night, cocaine cowboys gotta ride" - Cocaine Cowboys (WASP)