El humo envolvía la habitación. Una vez más estábamos todos allí
sentados, cada uno con la mirada perdida en un punto diferente de la habitación.
Fuera, el calor abrasador ardía en el asfalto, pero allí dentro el frío
interior nos calaba uno por uno hasta los huesos.
A día de hoy aún recuerdo con claridad aquellos días,
incluso los que menos me apetece recordar. Pero también los recuerdo a ellos, a
cada uno de ellos. Me acuerdo de sus rostros, pero sobre todo de la expresión
lúgubre y perdida de sus ojos, de la necesidad de sus gestos y, por supuesto, del
mono.
Cada uno hablaba de lo suyo, aunque todos hacíamos como si
no pasara nada nunca, como si siempre estuviera todo bien. He de admitir que
con el tiempo he sabido reconocer que nada de lo que decían me importaba, y
como yo, todos. Cada uno vivía en una pequeña película individual en la que
nunca había buenos y cada día era aún más triste e insignificante que el
anterior. Y así continuamente.
Hablar y fumar, fumar y hablar… No recuerdo exactamente el
orden. En ocasiones ni siquiera hablábamos de nada, era como estar sentada
entre un grupo de memorias olvidadas. Cada cual más frío, más ausente, más
distante. Pero había alguien. Entre todo ese sinsentido diario había alguien.
Apenas hablaba así que no era por el tono suave de su voz,
ni por su forma de pensar y de exponer sus pensamientos. Tampoco era su rostro,
como ido, una especie de paseo entre lo real y lo absoluta y ciegamente
utópico. Ni sus manos. Lo único que quería era su mirada, su dolor a través de
esas pupilas desgastadas pero jóvenes, atrofiadas por el tiempo y la necesidad
de algo que en absoluto la recompensaba. La necesidad de todos, la necesidad
mútua.
Así que la observaba desde la otra punta de la habitación,
luchando contra mis propios ojos, casi cerrados, por mantenerle la mirada. Su
rostro mirando al suelo infinito, su perfil perdido en un éxtasis matutino,
iluminado por la ténue luz de la lámpara que colgaba malamente del techo,
amenazando con caer y romper, rompiendo con su estruendo la paz ficticia de
cada uno de nosotros.
Días tristes, cortos y olvidados. Días en los que nada
merece la pena y el cielo es siempre gris nublado de angustia. Años
interminables de disgustos y discusiones internas que jamás verán la luz por
guardar costumbre a mostrarse a oscuras. Un nuevo año, y con él viejos
recuerdos. Un nuevo año y el peso de los que ya han pasado. Un año más, un año
menos. En el fondo ni siquiera importa.
"High in the saddle every night, cocaine cowboys gotta ride" - Cocaine Cowboys (WASP)
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