jueves, 10 de enero de 2013

Cocaine cowboys never die.


El humo envolvía la habitación. Una vez más estábamos todos allí sentados, cada uno con la mirada perdida en un punto diferente de la habitación. Fuera, el calor abrasador ardía en el asfalto, pero allí dentro el frío interior nos calaba uno por uno hasta los huesos.
A día de hoy aún recuerdo con claridad aquellos días, incluso los que menos me apetece recordar. Pero también los recuerdo a ellos, a cada uno de ellos. Me acuerdo de sus rostros, pero sobre todo de la expresión lúgubre y perdida de sus ojos, de la necesidad de sus gestos y, por supuesto, del mono.
Cada uno hablaba de lo suyo, aunque todos hacíamos como si no pasara nada nunca, como si siempre estuviera todo bien. He de admitir que con el tiempo he sabido reconocer que nada de lo que decían me importaba, y como yo, todos. Cada uno vivía en una pequeña película individual en la que nunca había buenos y cada día era aún más triste e insignificante que el anterior. Y así continuamente.
Hablar y fumar, fumar y hablar… No recuerdo exactamente el orden. En ocasiones ni siquiera hablábamos de nada, era como estar sentada entre un grupo de memorias olvidadas. Cada cual más frío, más ausente, más distante. Pero había alguien. Entre todo ese sinsentido diario había alguien.
Apenas hablaba así que no era por el tono suave de su voz, ni por su forma de pensar y de exponer sus pensamientos. Tampoco era su rostro, como ido, una especie de paseo entre lo real y lo absoluta y ciegamente utópico. Ni sus manos. Lo único que quería era su mirada, su dolor a través de esas pupilas desgastadas pero jóvenes, atrofiadas por el tiempo y la necesidad de algo que en absoluto la recompensaba. La necesidad de todos, la necesidad mútua.
Así que la observaba desde la otra punta de la habitación, luchando contra mis propios ojos, casi cerrados, por mantenerle la mirada. Su rostro mirando al suelo infinito, su perfil perdido en un éxtasis matutino, iluminado por la ténue luz de la lámpara que colgaba malamente del techo, amenazando con caer y romper, rompiendo con su estruendo la paz ficticia de cada uno de nosotros.
Días tristes, cortos y olvidados. Días en los que nada merece la pena y el cielo es siempre gris nublado de angustia. Años interminables de disgustos y discusiones internas que jamás verán la luz por guardar costumbre a mostrarse a oscuras. Un nuevo año, y con él viejos recuerdos. Un nuevo año y el peso de los que ya han pasado. Un año más, un año menos. En el fondo ni siquiera importa.

"High in the saddle every night, cocaine cowboys gotta ride" - Cocaine Cowboys (WASP)



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