La habitación estaba oscura, y mi cuerpo inerte tendido
encima de las sábanas. En el pecho un desesperado enfrentamiento: La sensación
de no poder avanzar por más que estuviera cansada de luchar contra mi propia
sombra y el presentimiento de que mi futuro nunca será algo que realmente haya querido
tener.
Me levanté de la cama, encendí un cigarro y fumé asomada a
la ventana. Las luces anaranjadas de la calle alumbraban mi rostro destrozado
por el único rostro que querría mirar. La lluvia calaba mis huesos con su frío
descarado y sus tormentos interminables de alivio inalcanzable que hacían que
me quedara sin sangre y paralizada ante el miedo. La habitación me mordía las
entrañas con sus “quédate” y “no te vayas”. Con sus “tu lugar está aquí”. Aquí.
En este lugar donde nada me pertenece, donde las sombras y tinieblas acechan
antes de que pueda meterme en la cama, donde sólo se respira el humo denso y
asfixiante de ausencias parciales que debería olvidar.
La noche cerrada y lluviosa de invierno me rompía por
dentro. Las fotos de las paredes. Los recuerdos de “he llegado” y los de “no
voy a volver”. Los gritos callados en la habitación de al lado y el
insoportable silencio de mis ojos rompiendo a llorar.
Mientras dejaba que el humo escapara por la ventana, partes
de mi vida se escurrían despacio entre mis dedos. Las gotas espesas y rosadas, que
recorrían mi piel hasta llegar a mis manos, congelaban cada uno de los lugares
por los que lograban pasar. Y mientras tanto notaba mi alma y mi cuerpo
quebrarse en un gemido infinito. Veía ante mis ojos la sucesión imparable de
días encadenados, sombríos, de horas de risa y silencio, de amor y vacío. Los
resultados de toda una vida de angustia y placer.
Su voz retumbaba en mi cabeza mientras la sangre abandonaba
mi cuerpo. Su voz cálida y frágil susurrándome un “te quiero", calmando
el descompasado ritmo de mi corazón extasiado, ahogándome entre las lágrimas
que notaba caer a través de mi garganta. Y sus brazos abrazándome, como si
estuviera a mi lado viéndome caer y quisiera venir a recomponerme y salvarme.
En cuanto mi mente alcanzó el más puro estado de
inconsciencia vi su cuerpo tendido sobre el mío desnudo, y sus labios besándome
con fuerza. Vi sus interminables pestañas chocando y rompiendo cuidadosamente
en las mías. Y la rabia de mi cuerpo y alma se sumían al fin en un infinito
remolino de ausencia, lejos de cualquier lugar en que alguien pudiera volver a encontrarme.
"And there's someone in my head, but it´s not me.
And if the cloud bursts thunder in your ear, you shout and no one seems to hear."
Pink Floyd
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