La noche estaba fría y el aire quemaba mis huesos hasta el
punto de sentirlos aferrados a mi piel con dientes alargados y punzantes. El
mirador estaba vacío, como lo estaba también el resto de mi cuerpo en aquel
momento, abatido y carente de cualquier contenido.
Asomada allí, al borde de un interminable muro que me abría
hacia un paisaje estremecedor y oscuro, veía su rostro en cualquier parte. Los
edificios alineados con su estricta monotonía acaparaban la atención de mis dos
ojos borrosos, y la luz de las farolas cegaba parcialmente la espera.
Sus ojos asomaban tímidos por encima de las nubes rojizas
del atardecer, mientras mi mente volaba alto y sin un destino concreto,
mirándome a los ojos y quemándome la piel. Durante unos segundos volví a
sentirme como entonces.
Sentí mi rostro desgastado y mi ser desvanecerse dentro de
mi propio cuerpo hasta desesperar. Y como entonces, me faltaba ella. Su sonrisa
mordiendo fuerte la superficie de mi piel y mis manos temblando. Me faltaban
los meses apagados y la triste sensación que recorría mi cuerpo cuando sentía
su ausencia.
De vuelta a casa me di golpes con todo, caminando con la
misma torpeza que entonces. Y realizaba cada paso como si de nuevo ningún lugar
mereciera la atención de mi mirada, con la vista en el punto más alto del
firmamento, chocando con la realidad de sus nubes grises.
"Slow suicide's nowhere to go"
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